martes, 26 de junio de 2007

El juego de las palabras 4

El cuento de Miguel:

Tenia que escribir una historia no demasiado larga con 20 palabras, ese era su COMPROMISO. Ciertamente era un pequeño problema, todas la palabras eran positivas.
La VIDA, sin embargo, era en su mayor parte dolorosa, sufrimiento de ver sufrir; defraudante en la mayor parte de su largo CAMINO. No estaba amargado, simplemente estaba triste. Siempre habia amado y necesitado la LIBERTAD, se podría decir que era un hombre LIBRE; interiormente libre, porque en la dictadura habia sufrido lo indecible, al privarle de la libertad externa; ahora quedaba un REDUCTO de recalcitrantes del mal hacer político, en vez de ser un reducto de gente que conservara lo mejor de la vida natural de siempre.

Recordaba los tiempos en que creia en la REVOLUCIÓN, pero este concepto había cambiado con el tiempo. Ahora pensaba que había llegado a la conclusión de que la vida REVOLUCIONARIA no tenia que ser violenta; es más, que solamente se produciría una auténtica TRANSFORMACIÓN de la sociedad si el CAMBIO se hacía de forma pacífica.
Mientras no cambiara el ser humano individualmente, no podría cambiar la sociedad. Hay una estrecha CONEXIÓN entre el ser humano y su COMUNIDAD. El tenía CONFIANZA en la vida, en que tenían que existir personas que fueran capaces de CREAR un mundo diferente, con nuevos paradigmas; con GANAS Y ENTUSIASMO de hacer una nueva CREACIÓN en talante, en forma de vida, con actitud diferente, que fueran capaces de COMPARTIR, su tiempo, su trabajo, su ilusión sencillamente; que dieran a su alma la paz y la TRANQUILIDAD que tanto necesitaba. La encontró.

Contempló la REHUERTA POPULAR, CREADORA, REVOLUCIONARIA, pacífica; no era una TUNDRA siberiana sino una tierra feraz, preñada de vida, VERDE, de inigualable BIODIVERSIDAD, tanto vegetal, como animal y humana; sintió en lo mas profundo del corazón un DISFRUTE como hacía mucho tiempo que no lo vivìa.
Antes de escribir el encargo del escrito con tanta palabra positiva, veinte palabras, habia que terminar la tarea. Se caló el sombrero de paja que lo protegía de un SOL de justicia; miró a los TOMATITOS, todavía verdes, que ya tenían su caña; y el Hombre de la tierra cogió el almocafre y se puso a escardar; había que dejar limpia la mata de habicholillos; recordó la espalda tostada de la hortelana y con una sonrisa un poco enigmática prosiguió su tarea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

un gran cuento que conecta con su propia vivencia. Miguel un ejemplo para no perder la aptitud revolucionaria para nosotros los jóvenes